La Colección - Museo Antonio Campillo


 

La Colección

La colección que alberga el Museo Antonio Campillo se compone de 68 esculturas, 30 dibujos y 10 obras pictóricas de los amigos del artista, que suponen una antología única de la trayectoria profesional del artista.

PLANTA BAJA

La primera sala del museo recoge un total de 10 obras de amigos del artista como  Hernández Carpe, beneficiario al igual que él de la beca de la Diputación Provincial para realizar estudios en la Escuela Central de Bellas Artes de San Fernando de Madrid o Aurelio con quién compartió estudio en Murcia. Un retrato de un joven Antonio Campillo, realizado por Pío Verdú, nos recibe al entrar, también es posible encontrar un excelente dibujo de su maestro Juan González Moreno o una original Mujer Pájaro realizada por Fausto Olivares.

retrato
Retrato

Tras su paso por Italia, Antonio Campillo recibe numerosos encargos de imaginería religiosa: Con un sentimiento de fuerte intimismo, con líneas que se cierran en las formas fusiformes de sus figuras religiosas realiza una personalísima Virgen Niña, etérea, de ambiciosas formas humildes, casi como un suspiro hecho barro, y Ntra. Sra. de los Buenos Libros, con las mismas características, formando un conjunto brillante y personal dentro de la imaginería española de posguerra.

virgenninaVirgen Niña

buenoslibrosNtra. Sra. de los Buenos Libros

 

   
PRIMERA PLANTA

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El Juego

 

En 1962 Antonio Campillo se traslada de nuevo a Madrid. Un periodo fecundo que se aleja de lo que ha sido la etapa religiosa para adentrarse en la búsqueda de la iconografía personal. Como Manolo Hugué busca en el modelado las formas poéticas, ese amoroso recogimiento que ofrece el humilde barro. Gracia y ternura en un modelado que tiene coincidencias con Cristino Mallo en el gusto por las formas cerradas. Sus primeras obras de este periodo apuntan a una realidad idealizada.

En este período, Antonio Campillo regresa al estudio de María Molina, modela El juego, composición maternal abierta jugando con las líneas y los volúmenes de los dos cuerpos, y Mujer con caballo paciendo, de bellísimas formas, entre otros bronces, que terminará durante el periodo de Córdoba.

cantarera
Cabeza Cantarera

 

Con motivo de la exposición en la Galería Quixote de Madrid en 1969, Herrero Palacios, arquitecto del Ayuntamiento de Madrid, visita la muestra y pide a Antonio Campillo que realice unas esculturas para la fuente monumental de la plaza de España. Se pone manos a la obra y realiza dos bellos desnudos, dos Cantareras que se colocan sobre la fuente monumental con hermosas veneras donde fluye el agua. Las figuras son dos hermosos ejemplos de desnudos clasicistas. De tratamiento dulce y sereno, como si las hubiera inspirado Ingres; morbidez en las formas redondeadas de una sencilla y elegante composición. Podemos encontrar una copia de las cabezas de dichas cantareras en el patio de la primera planta del museo.


SEGUNDA PLANTA  

En 1966 Campillo marcha a la ciudad califal donde ha obtenido la cátedra de modelado por oposición. Las juderías, la calle de Las hogueras, las largas noches de Córdoba son el escenario de la vida diaria del artista. Los pintores Povedano (uno de los presentes en la primera sala del museo), y Bujalante, el Dr. Concha Ruiz, el cantaor Luis de Córdoba son los amigos asiduos a las veladas de flamenco, recitales y encuentros artísticos. De esta época es el retrato de Pepe el de la Matrona, y toda una serie de trabajos que versan sobre el mundo de los toros y el cante jondo.

 

eljuegoPepe el de la Matrona

En su estancia en Córdoba profundiza en la anatomía del caballo. “Me gustaban más – nos decía Campillo – los caballos que de niño me inventaba. Al natural perdían esa gracia que tenían en mi imaginación”. Sin embargo, los caballos con amazonas son piezas que vibran entre las figuras de siempre y la síntesis de unos planos y unos efectos de luz que al contacto con el barro recrea formas y volúmenes. En Homenaje a Manzú la elegancia se hace volumen, en Homenaje al circo, conjuga la quietud de la niña y el leve movimiento del caballo, quieto en ese instante para siempre. Todo respira quietud y una extraordinaria serenidad, “cuando el barro – como escribiera Salvador Jiménez – se llama Antonio Campillo”.

 

manzuHomenaje a Manzú

 

   



 


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